Trabajo final

Las hebras que me forman


Proceso autobiográfico
A través de nuestra vida llegan y se van personas, momentos y lugares que por poco que sea el tiempo que permanezcan en nuestras vidas o la relevancia que le demos, deja una huella, una enseñanza y hacen que sea lo que somos hoy día. En el vivir día a día, desde la persona que nos saludó sin conocernos hasta la flor que vemos en la calle que a pesar de la lluvia sigue ahí nos enseña y deja algo en nosotros que sin darnos cuenta se queda preservado en nuestra memoria dejándonos un aprendizaje por más mínimo que lo consideremos.

En mí aquellas personas, momentos y lugares, hacen parte de lo que soy y forman aquello que podría bautizar como mi esqueleto interno, mi sostén. Podría decir que aquellos hilos que me componen son tres, que de alguna manera cronológicamente han sido etapas de mi vida. El aprender a leer o como lo llame yo “El descubrir”, mi época de colegio “Años maravillosos” y mi etapa universitaria “Nuevos paisajes”. En todos ellos variedad de personas, momentos y lugares que han hecho lo que soy hoy día.

¿Porque el descubrir? Lo llame así ya que a la edad que aprendí a leer hace parte de aquella etapa en la que descubrimos el mundo y nuestra capacidad de asombro está en su tope máximo, aquella etapa llamada infancia y, en la que al aprender a leer sentimos que todo lo que habíamos visto hasta ese entonces se convierte en algo totalmente nuevo.

Durante mí descubrir, que sería aquella etapa desde que nací y toda mi primaria, además de mi familia, pilar de mi vida, muchas personas lo marcaron. Al empezar mi etapa escolar, la cual no fue fácil porque nunca me había separado de mi madre y llegar a ese lugar totalmente nuevo, mi salón de “Kínder” y transición, que recuerdo con una inmensa nostalgia y una sonrisa en mi rostro de no borrar,  a una edad en la que no tenía la más mínima ubicación geográfica de donde me encontraba. Recuerdo que entre lágrimas vi frente a mí una melena similar a la mía, sentada en aquellas mesas de triangulo de distintos colores que juntaban para formar círculos, aquella melena castaña con gran similitud a la mía era Alejandra, digo era, porque Aleja hoy día no es aquella melena es una pelirroja lisa estudiante de Comunicación, pero no nos desviemos. Por cosas del destino mientras nosotras adentro entablábamos una amistad, nuestras madres afuera se convertían en colegas, ambas llevaban a sus hijas por primera vez al “Kínder” y no se querían separar de ellas, por lo tanto era suficiente para entablar esa amistad, amistad que al parecer tenía mucho más en común que eso pues hoy día sigue. Aleja ha sido aquella amiga la cual se encuentra en todas las fotos de mis cumpleaños desde los cinco años, la cual creían era mi hermana, y con la que he estudié todo mi primaria y bachillerato, con la cual me gradué. Aleja, es de esas personas que nombro en mí descubrir pues ha dejado una huella, una enseñanza y es que una amistad a pesar de los años puede prevalecer, no diré que somos mejores amigas, pero sabemos que una puede contar con la otra así no hablemos y nos veamos diariamente.

Cuando pase a primero fue un gran cambio, pues pasaba de pintar, pegar, recortar todos los días a aprender a escribir y leer que es lo que hace emblemático al grado primero, como  las tablas de multiplicar al grado segundo; además cambiaría de profesora, ya no vería a Victoria, todos los días como en "Kínder" y Transición.  El hecho es que se llegó a primero, y se aprendió a leer de la siguiente manera, en 1/8 de cartón paja se escribieron diferentes letras con las 5 vocales por ejemplo la m entonces ma, me, mi, mo y mu, y digo se escribieron porque pues no sabía escribir y si queríamos aprender tendríamos que hacer una p o una m legible, por lo tanto, mi mamá escribió aquellas silabas, muy lindas por cierto. Poco a poco y en cada clase aprendíamos aquellos sonidos particulares de cada letra con las vocales, y la profesora con gran paciencia pronunciaba enfáticamente cada sílaba.

Al llegar a tercero de primaria, en la misma escuela que conocí a Alejandra y con Aleja claro, me encontré con un nuevo profesor. Lo ideal para un niño en primaria es estudiar siempre con el mismo docente, el hecho de cambiar de docente es algo que llena de temor. Y aquel deseo se cumplió a partir de tercero. Ari, un nombre un poco particular, fue mi profesor desde tercero hasta quinto. Ari, es una gran persona, un gran docente, el cual me dejo grandes enseñanzas. Un momento particular y que no olvida ni él ni yo, es el que lleve una tarea sobre “Pingüinos” impresa totalmente, lo que causo gran indignación pues me dijo que tenía que tener algo copiado en mi cuaderno a puño y letra, por lo cual me permitió retirarme del salón y hacer la tarea. A esa edad aquello duele un poco y mi reacción fueron lágrimas, Ari momento después salió y me dijo algo que no se me olvidaría no somos perfectos, y todos tenemos derecho a errar la cuestión es levantarse y mejorar, pues lo demás esperan que caigas y no te levantes. Desde aquel momento una de mis filosofías de vida es esa, somos humanos no dioses, ni robots y por lo tanto erraremos en algún momento.

Mi bachillerato o mejor dicho mis “Años maravillosos”. Sobre esta etapa podría hablar páginas y páginas, porque es una hermosa etapa en la que conocemos muchas personas, vivimos cantidad de momentos que hacen lo que somos hoy día. La elección de mi colegio de bachillerato fue producto de múltiples factores, algo así como la ecuación cuadrática, pues para mi mamá el Santa Librada que era el colegio del cual mi escuela era sede no era de mucho agrado, además mi tía acababa de llegar de USA y viviría en el norte y el colegio que quedaba cerca de ella era el Santa Cecilia, que graduaba bachilleres comerciales todo esto hizo que este fuera el elegido para formar a este ser.

Diría que el bachillerato es una etapa de autoconocimiento, en donde mucho de lo que somos y seremos se da por hechos, personas, lugares que vivimos en este tiempo. Mi bachillerato al igual que mi primaria lo estudie en el mismo lugar siempre. Mis “amigos” de sexto no son los mismos amigos con los que me gradué. Durante mis años de bachillerato estuve siempre en el mismo salón, es más muchos compañeros con los que me gradué estudie desde sexto. Llegado el año noveno, mis amigas fueron cambiadas a otro salón en un principio fue muy duro para mí, pero ese cambio me llevo a conocer unas maravillosas personas que por mucho tiempo habían convivido conmigo y que aquel cambio me permitió conocer. Esas personas son mis amigos, personas con las cuales me gradúe, aquellos que día a día extraño.

Durante el bachillerato, mi tía, una persona muy especial en mi vida,  a quien pertenece un buen porcentaje de mis diplomas, se cambió múltiples veces de casa pero esto en que podría influirme a mí? Mucho, pues esto me enseño que los cambios no son malos, los cambios se dan por algo y hay que asumirlos a favor de uno.

Mis últimos tres años de colegio fueron llenos de aprendizajes, de anécdotas y buenas historias. Durante cada año llegaron y se fueron personas que como siempre digo dejan un aprendizaje una huella, durante noveno por ejemplo estuvo Martin y Daniel, dos compañeros amantes del futbol pero no muy buenos estudiantes junto a varios amigos ayudamos a este par  a sacar adelante este años y lo logramos. En decimo, se dio la casualidad que estudie de nuevo con Aleja además de que fue un año espectacular en mis notas, conocí docentes maravillosos que siempre estarán en mi corazón con un profundo agradecimiento hacía ellos. Además de todo lo dicho, decimo es un año que podría describirlo como el final pero que el destino te da la oportunidad de vivir un año más esta etapa. En décimo conocí a Lucho, mi novio, pues él se encontraba en once pero nuestra historia es un poco laaarga que como la mayoría de cosas en mi vida que a pesar de que son cortas o largas siempre me extenderé al contarla pues me gusta contar cada detalle que hace particular mi vida y mis historias, y que por lo tanto no contare en esta ocasión.

Otra persona que llego en décimo, fue Rafa. Rafa, es mi profesor de español de décimo y once, dirán y esta que con los profesores, bueno para mí los docentes marcan gran parte de lo que somos además Rafa, un costeño más costeño que la arepa de huevo, más que un docente era un amigo para todos. Rafa es un chiste y nos enseñó mucho tanto como docente como persona. Cada vez que visitamos el colegio llenos de nostalgia, él está ahí escuchando con gran ansia como un pequeño niño cuando va a escuchar un nuevo libro antes de dormir, acerca de nuestra vida universitaria  y de lo orgulloso que esta de cada uno entre risas y ese particular acento costeño.

Llegado once, mis profesores admirados se habían marchado por problemas con el rector de la institución, y aunque sabíamos que no sería lo mismo y que esto bajaría la confianza que podríamos tener en el ICFES, aún quedaban varios docentes: Edwan el de inglés, Miriam la de química y Rafa el de español que nos devolverían esa fe además eran once y había que disfrutarlo. Once es mágico, la campaña de personería es uno de aquellos momentos que quedara preservado en mi memoria, y que disfrute al máximo a pesar del cansancio que provocaba. El 31 de Octubre, junto a mis compañeros y directora de grupo, Elizabeth de Blanco, fuimos a una escuela en Bataclan, una ladera de la ciudad cerca al Cerro de las tres cruces, esa mañana entre dulces y regalos conocimos lo lindo que es brindar sonrisas a los niños, a niños que no tienen las mayores comodidades pero siguen siendo felices.

Un hecho que recuerdo con una gran nostalgia y que fue una experiencia inolvidable: Mi excursión. En repetidas ocasiones me preguntó que hizo a este viaje tan especial e inolvidable, tal vez el hecho de que fue junto a mis amigos como despedida de la inolvidable etapa que es el colegio en uno de los lugares más hermosos que he conocido.

El paso a la universidad fue algo loco, pues en último año me decidí por ICESI y por Diseño de Medios interactivos esperanzada al ICFES y a una beca, apostándolo todo como en un casino, y a la final dándose todo.

Por último, mis nuevos paisajes, mis nuevos paisajes son la avenida Cañasgordas, el F ya no son la avenida tercera norte y mi salón de once que hacían parte de mi diario vivir. La vida cambia y hay etapas que se van y otras que llegan, la universidad es una etapa distinta de la cual he aprendido la insignificancia del ser humano en el universo, y que día a día me llena de aprendizaje, aprendizaje un poco más existencial del que estaba acostumbrada. Una larga etapa que apenas empiezo, que no debo comparar con el colegio por más que mi cerebro día a día lo haga pero que como todo en mi vida valoro, porque sé que las enseñanzas que aprenderé durante estos años serán muchas. 

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