Las hebras que me forman
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| Proceso autobiográfico |
En mí aquellas personas, momentos
y lugares, hacen parte de lo que soy y forman aquello que podría bautizar como
mi esqueleto interno, mi sostén. Podría decir que aquellos hilos que me
componen son tres, que de alguna manera cronológicamente han sido etapas de mi
vida. El aprender a leer o como lo llame yo “El descubrir”, mi época de colegio
“Años maravillosos” y mi etapa universitaria “Nuevos paisajes”. En todos ellos
variedad de personas, momentos y lugares que han hecho lo que soy hoy día.
¿Porque el descubrir? Lo llame
así ya que a la edad que aprendí a leer hace parte de aquella etapa en la que
descubrimos el mundo y nuestra capacidad de asombro está en su tope máximo,
aquella etapa llamada infancia y, en la que al aprender a leer sentimos que
todo lo que habíamos visto hasta ese entonces se convierte en algo totalmente
nuevo.
Durante mí descubrir, que sería
aquella etapa desde que nací y toda mi primaria, además de mi familia, pilar de
mi vida, muchas personas lo marcaron. Al empezar mi etapa escolar, la cual no
fue fácil porque nunca me había separado de mi madre y llegar a ese lugar
totalmente nuevo, mi salón de “Kínder” y transición, que recuerdo con una
inmensa nostalgia y una sonrisa en mi rostro de no borrar, a una edad en la que no tenía la más mínima
ubicación geográfica de donde me encontraba. Recuerdo que entre lágrimas vi
frente a mí una melena similar a la mía, sentada en aquellas mesas de triangulo
de distintos colores que juntaban para formar círculos, aquella melena castaña
con gran similitud a la mía era Alejandra, digo era, porque Aleja hoy día no es
aquella melena es una pelirroja lisa estudiante de Comunicación, pero no nos
desviemos. Por cosas del destino mientras nosotras adentro entablábamos una
amistad, nuestras madres afuera se convertían en colegas, ambas llevaban a sus
hijas por primera vez al “Kínder” y no se querían separar de ellas, por lo
tanto era suficiente para entablar esa amistad, amistad que al parecer tenía
mucho más en común que eso pues hoy día sigue. Aleja ha sido aquella amiga la
cual se encuentra en todas las fotos de mis cumpleaños desde los cinco años, la
cual creían era mi hermana, y con la que he estudié todo mi primaria y
bachillerato, con la cual me gradué. Aleja, es de esas personas que nombro en
mí descubrir pues ha dejado una huella, una enseñanza y es que una amistad a
pesar de los años puede prevalecer, no diré que somos mejores amigas, pero
sabemos que una puede contar con la otra así no hablemos y nos veamos
diariamente.
Cuando pase a primero fue un gran
cambio, pues pasaba de pintar, pegar, recortar todos los días a aprender a
escribir y leer que es lo que hace emblemático al grado primero, como las tablas de multiplicar al grado segundo;
además cambiaría de profesora, ya no vería a Victoria, todos los días como en
"Kínder" y Transición. El
hecho es que se llegó a primero, y se aprendió a leer de la siguiente manera,
en 1/8 de cartón paja se escribieron diferentes letras con las 5 vocales por
ejemplo la m entonces ma, me, mi, mo y mu, y digo se escribieron porque pues no
sabía escribir y si queríamos aprender tendríamos que hacer una p o una m
legible, por lo tanto, mi mamá escribió aquellas silabas, muy lindas por
cierto. Poco a poco y en cada clase aprendíamos aquellos sonidos particulares
de cada letra con las vocales, y la profesora con gran paciencia pronunciaba
enfáticamente cada sílaba.
Al llegar a tercero de primaria, en la misma
escuela que conocí a Alejandra y con Aleja claro, me encontré con un nuevo
profesor. Lo ideal para un niño en primaria es estudiar siempre con el mismo
docente, el hecho de cambiar de docente es algo que llena de temor. Y aquel
deseo se cumplió a partir de tercero. Ari, un nombre un poco particular, fue mi
profesor desde tercero hasta quinto. Ari, es una gran persona, un gran docente,
el cual me dejo grandes enseñanzas. Un momento particular y que no olvida ni él
ni yo, es el que lleve una tarea sobre “Pingüinos” impresa totalmente, lo que
causo gran indignación pues me dijo que tenía que tener algo copiado en mi
cuaderno a puño y letra, por lo cual me permitió retirarme del salón y hacer la
tarea. A esa edad aquello duele un poco y mi reacción fueron lágrimas, Ari
momento después salió y me dijo algo que no se me olvidaría no somos perfectos,
y todos tenemos derecho a errar la cuestión es levantarse y mejorar, pues lo
demás esperan que caigas y no te levantes. Desde aquel momento una de mis
filosofías de vida es esa, somos humanos no dioses, ni robots y por lo tanto
erraremos en algún momento.
Mi bachillerato o mejor dicho mis
“Años maravillosos”. Sobre esta etapa podría hablar páginas y páginas, porque
es una hermosa etapa en la que conocemos muchas personas, vivimos cantidad de
momentos que hacen lo que somos hoy día. La elección de mi colegio de bachillerato
fue producto de múltiples factores, algo así como la ecuación cuadrática, pues
para mi mamá el Santa Librada que era el colegio del cual mi escuela era sede
no era de mucho agrado, además mi tía acababa de llegar de USA y viviría en el
norte y el colegio que quedaba cerca de ella era el Santa Cecilia, que graduaba
bachilleres comerciales todo esto hizo que este fuera el elegido para formar a
este ser.
Diría que el bachillerato es una
etapa de autoconocimiento, en donde mucho de lo que somos y seremos se da por
hechos, personas, lugares que vivimos en este tiempo. Mi bachillerato al igual
que mi primaria lo estudie en el mismo lugar siempre. Mis “amigos” de sexto no
son los mismos amigos con los que me gradué. Durante mis años de bachillerato
estuve siempre en el mismo salón, es más muchos compañeros con los que me
gradué estudie desde sexto. Llegado el año noveno, mis amigas fueron cambiadas
a otro salón en un principio fue muy duro para mí, pero ese cambio me llevo a
conocer unas maravillosas personas que por mucho tiempo habían convivido
conmigo y que aquel cambio me permitió conocer. Esas personas son mis amigos,
personas con las cuales me gradúe, aquellos que día a día extraño.
Durante el bachillerato, mi tía,
una persona muy especial en mi vida, a
quien pertenece un buen porcentaje de mis diplomas, se cambió múltiples veces
de casa pero esto en que podría influirme a mí? Mucho, pues esto me enseño que
los cambios no son malos, los cambios se dan por algo y hay que asumirlos a
favor de uno.
Mis últimos tres años de colegio
fueron llenos de aprendizajes, de anécdotas y buenas historias. Durante cada
año llegaron y se fueron personas que como siempre digo dejan un aprendizaje
una huella, durante noveno por ejemplo estuvo Martin y Daniel, dos compañeros
amantes del futbol pero no muy buenos estudiantes junto a varios amigos
ayudamos a este par a sacar adelante
este años y lo logramos. En decimo, se dio la casualidad que estudie de nuevo
con Aleja además de que fue un año espectacular en mis notas, conocí docentes
maravillosos que siempre estarán en mi corazón con un profundo agradecimiento
hacía ellos. Además de todo lo dicho, decimo es un año que podría describirlo
como el final pero que el destino te da la oportunidad de vivir un año más esta
etapa. En décimo conocí a Lucho, mi novio, pues él se encontraba en once pero
nuestra historia es un poco laaarga que como la mayoría de cosas en mi vida que
a pesar de que son cortas o largas siempre me extenderé al contarla pues me
gusta contar cada detalle que hace particular mi vida y mis historias, y que
por lo tanto no contare en esta ocasión.
Otra persona que llego en décimo,
fue Rafa. Rafa, es mi profesor de español de décimo y once, dirán y esta que
con los profesores, bueno para mí los docentes marcan gran parte de lo que
somos además Rafa, un costeño más costeño que la arepa de huevo, más que un
docente era un amigo para todos. Rafa es un chiste y nos enseñó mucho tanto
como docente como persona. Cada vez que visitamos el colegio llenos de
nostalgia, él está ahí escuchando con gran ansia como un pequeño niño cuando va
a escuchar un nuevo libro antes de dormir, acerca de nuestra vida
universitaria y de lo orgulloso que esta
de cada uno entre risas y ese particular acento costeño.
Llegado once, mis profesores
admirados se habían marchado por problemas con el rector de la institución, y
aunque sabíamos que no sería lo mismo y que esto bajaría la confianza que
podríamos tener en el ICFES, aún quedaban varios docentes: Edwan el de inglés,
Miriam la de química y Rafa el de español que nos devolverían esa fe además eran
once y había que disfrutarlo. Once es mágico, la campaña de personería es uno
de aquellos momentos que quedara preservado en mi memoria, y que disfrute al
máximo a pesar del cansancio que provocaba. El 31 de Octubre, junto a mis
compañeros y directora de grupo, Elizabeth de Blanco, fuimos a una escuela en
Bataclan, una ladera de la ciudad cerca al Cerro de las tres cruces, esa mañana
entre dulces y regalos conocimos lo lindo que es brindar sonrisas a los niños,
a niños que no tienen las mayores comodidades pero siguen siendo felices.
Un hecho que recuerdo con una
gran nostalgia y que fue una experiencia inolvidable: Mi excursión. En
repetidas ocasiones me preguntó que hizo a este viaje tan especial e
inolvidable, tal vez el hecho de que fue junto a mis amigos como despedida de
la inolvidable etapa que es el colegio en uno de los lugares más hermosos que
he conocido.
El paso a la universidad fue algo
loco, pues en último año me decidí por ICESI y por Diseño de Medios
interactivos esperanzada al ICFES y a una beca, apostándolo todo como en un
casino, y a la final dándose todo.
Por último, mis nuevos paisajes,
mis nuevos paisajes son la avenida Cañasgordas, el F ya no son la avenida
tercera norte y mi salón de once que hacían parte de mi diario vivir. La vida
cambia y hay etapas que se van y otras que llegan, la universidad es una etapa
distinta de la cual he aprendido la insignificancia del ser humano en el
universo, y que día a día me llena de aprendizaje, aprendizaje un poco más
existencial del que estaba acostumbrada. Una larga etapa que apenas empiezo,
que no debo comparar con el colegio por más que mi cerebro día a día lo haga
pero que como todo en mi vida valoro, porque sé que las enseñanzas que
aprenderé durante estos años serán muchas.

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